¿Tu media naranja? ¡Y una mierda!

Me encuentro esta nota sobresaliendo de un cuaderno que aún está en blanco, impoluto, pura promesa de futuro, potencia de escritura, en la mesa del despacho de Julio León. No puedo evitar leerla. Diría que la dejó así adrede, para que metiera mis curiosas narices en el asunto. Si no a qué dejar la puerta de su despacho ligeramente entornada, el cuaderno ladeado sobre su mesa con la estilográfica al lado y, gritando su existencia, ese título tan grosero. Procedo a leer: 

Es una desgarradora falacia considerar que alguien es posesión de alguien, ni siquiera en el argot más figurado o en el sentido más coloquial. "Soy todo tuyo, toda tuya", se murmuran los amantes enamorados en su arrebato infiel y clandestino (¡Ignorantes, tendréis tiempo de arrepentiros de vuestras palabras!). Los más prudentes, que no se meten en líos semánticos, asumen a través de una metáfora, que es lo mismo que no decir nada, ser la media naranja del otro cuando justifican ingenuamente su felicidad como pareja (¡Por Tutatis! ¡Eres una naranja entera, joder!). Otros, más sofisticados, aseguran compenetrarse con esa otra persona con la que comparten todo lo que no es íntimo y propio (quizás, lo más verdadero de sí mismos, pero esto es otra canción). O, explican a otros que les miran con interés, que es seguramente envidia, que se complementan genialmente los unos y los otros. ¡Ja! (Me río).
¡Ingenuos individuos! ¿Acaso no os dais cuenta de que sois individuos? ¿Que comenzáis y termináis en vosotros mismos? La piel os delimita y no os dais cuenta. No podéis ser del otro, del mismo modo que no os complementáis ni os compenetráis (en absoluto el mismo sentido que penetrar, porque ni siquiera en la penetración se pierden los propios límites) porque eso es lo mismo que decir que sin el otro estáis incompletos. ¡Y no es verdad! ¡Poned a prueba mi afirmación si no!
Podéis decir que juntos sois más, lo admito. También que podéis ser menos, si la cosa no va bien. Pero sois únicos e indivisibles. Podéis mejorar o empeorar; crecer como personas o menguar como seres dotados de raciocinio y emociones diversas. Al renunciar a ser individuos, renunciáis a vuestra autonomía, a vuestra libertad en sí misma. Y, ¿hay algo más triste que renunciar a uno mismo, aunque sea solo a una parte pequeña, con todo lo que ello significa? 
al renunciar a nuestra totalidad humana, renunciamos a ser lo que somos. En mi completitud soy yo y solo yo. No es egolatría. Es libertad.

Ya está. Leído. Justo debajo está escrito: Inconcluso. ¿Inconcluso? 

Me desconcierta a veces. ¿A veces? ¿Qué tipo de final es éste? Será su forma de hacerse anotaciones a sí mismo. Hay aspectos de su mecánica de pensar y escribir que aún he de descubrir.

Lo comparto. ¿No es lo que se hace ahora con todo nuestro universo de actos?

Comentarios

  1. Genial este Julio León. Parece que amamos menos si no perdemos el yo y no es cierto, necesitamos el yo y respetar el tú para poder amar en libertad y que el otro se sienta amado y en libertad. Nosotros = yo + tú.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares