Os presento a...

No puedo estar más encantado de presentaros al que espero que sea mi más cercano colaborador en esta osada empresa de R37lexion3s. Suyas serán la mayor parte de las aportaciones a este blog. No hallaré a nadie con un sentido más incisivo y corrosivo de la realidad (también de la ficción). 

Dejadme ofreceros unas breves palabras que lo describan, si acaso es posible.

Julio León es escritor, de éxito, de los que pueden vivir de lo que ya ha escrito y escribir lo que le place y cuando le place.

Tiene poco pelo y barriga redonda, motivo por el cual detesta utilizar corbata. Poco hablador y lo poco que dice lo dice mal, por no ser preguntado de nuevo. Siempre mira de frente, a los ojos de los demás, sólo porque considera que así debe hacerse. No es más noble ni más egoísta que los demás, pero piensan de él sus pocos amigos que la generosidad es su mayor rasgo.

Está obsesionado con los campanarios, aunque aún no ha encontrado una explicación convincente a su manía. Fruto de ello, y porque las rentas de sus textos se lo permiten, está elaborando una enciclopedia sobre la historia de los campanarios, de todos los campanarios que, con mayor o menor fortuna, acarician los cielos de España.

Recorre, pues, el país y se detiene en cada localidad en la que observa una de esas estructuras puntales que presentan o presentaron espacio para albergar campanas. Ni que decir tiene que su paseo es lento, metódico, meditado, pausado, por no decir parsimonioso, pero como no tiene prisa... Además, ello le da pie a caminar, a caminar con los pies y a conocer lugares, sus gentes y sus gastronomías, que dicho sea de paso, le pirran.

No hay más que verle, al pie de una torre, las piernas bien asentadas, ligeramente abiertas, los brazos en jarras, la cámara colgado del cuello, la mirada a lo alto y la nuez del gaznate pugnando por saltársele del cuello, mientras pregunta en voz alta, sin apartar la vista de la torre, al paisano que sujeta su culo sobre un banco de piedra a la sombra y que le mira con aburridos ojos: "¿cuál es la historia de esta torre?" Y, como tiene el cuello doblado hacia atrás, normalmente, la voz se le atranca y se le saltan la tos y las lágrimas.

¡Me encanta este tío! ¡Y lo que sabe de campanarios y sus gentes!

Suelo conversar con él, siempre y cuando no se encuentre de viaje entre campanarios. Nunca dice no a un buen vino, aunque es muy celoso de sus palabras y no es amigo de malgastar tiempo y pensamiento, como él dice, en charlas intrascendentes con personajes mediocres. La mediocridad es lo que más odia, no para de repetírmelo, como si a fuerza de hacerlo me inmunizara contra ella, ya que yo muy mediocre no debo parecerle, pues pocas invitaciones me ha rechazado y en las que lo hizo, la razón que dio fue de un modo tan abrupto, contundente, descortés y sincero que, sólo conociéndole, podía darla por buena sin dejar de ser su compadre.

Bien me consta que, aunque buscando torres y campanarios se olvida de su espíritu reacio a la confraternación entre humanos, es de natural reservado y la conversación sin objetivo y profundidad intelectual le hastían. Yo pienso que, simplemente, no posee la habilidad de hablar por hablar y en esas situaciones se siente inseguro y vulnerable, además de que Julio León no sabe disimular la incomodidad que le provocan determinadas personas con las que no congenia, aunque no las conozca de veras.

Me dijo una vez, después de media botella de un merlot con varios lustros, citando a Fernando Pessoa: Pertenezco a esa especie de hombres que está siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven sólo la multitud de la que son, sino también los grandes espacios que hay al lado. Y le di la razón, pues me parecieron ciertas y muy acertadas las palabras del portugués aplicadas a mi buen amigo.

Le ofrecí, casi al descuido, no a traición, que eso lo lleva mal, pero sí pillándole conscientemente desprevenido y con las defensas bajas, que colaborara conmigo en este blog, entre filosófico y sociológico, entre ilógico y desastroso, entre anárquico e irónico, entre pícaro y conflictivo (lo que más le gustó fue lo de anárquico), porque además andaba estos días como difuso, como visto a través de un cristal traslúcido, pero de dentro a afuera, como si ese cristal estuviese instalado en sus ojos y no entre sus ojos y los de ojos de los demás. Tenía ese toque según el cual pensaba como su no pensase, en un trance que no era trance, conciencia que conciencia no era. 

Me dijo que sí, pero a su modo. Medio murmuró, gimió o masculló que pensaba su no sería que su alma literaria pugnaba por adueñarse de su capacidad de pensar, de imaginar y de soñar sin lograrlo del todo, aunque con cierta ventaja en la batalla. Es lo que tiene el pensamiento creativo, pensé yo. sin embargo, la realidad exterior, continuó, le presionaba a tomar decisiones cotidianas, pues, aunque en ese estado estaba, un estado invisible salvo para ojos atentos y entrenados, la realidad seguía su tiránico curso.

Así, me comentaba Julio León, tomaba decisiones equivocadas, se decidía por elecciones erróneas o no revisaba compromisos inmediatos, lo que le suponía pequeñas derrotas vitales como pagar una cuenta por encima de lo correspondiente o no ser tan cortés con alguien como debiera ser, a pesar de no ser él descortés en modo alguno.

Esas pequeñas derrotas se manifestaban a destiempo, como una mala conciencia, cuando ya no había remedio y le pesaban y se imponían a su estado traslúcido y le provocaban malestar por no saberse en un lado o en otro, en medio de nada, en medio de todo, angustiado por los errores en la realidad exterior y frustrado por no concentrarse en la realidad interior.

En definitiva, me dijo, se sentía culpable, y mal por sentirse culpable sin culpa. Eso creía, porque también de eso dudaba.

El caso es que, sea como sea, este blog será su atril. No le daré mucho la tabarra porque él se marca sus ritmos. Estaré atento a su mesa de trabajo, donde suele dejar, medio descuidados a mi alcance, sus textos. Después, serán vuestros. Ojalá su compañía y su imaginario sean de vuestro agrado.

Ah, y le gustó el latinajo al final de cada entrada. Así que...

Sic erat scriptum.

Comentarios

Entradas populares