¡Microjilipolleces!

Me encuentro a Julio León de mal humor, pero de esa forma en que él lo expresa, con una copa de brandy en una mano que gira y gira para apreciar todos sus aromas, mientras que, mirando por la venta, rumia aquello que le causó pesar o, simplemente, mosqueo.

Le saludo y me responde con un gruñido, cariñoso, pero gruñido. No tengo que preguntarle qué le pasa porque empezará a contarlo de un momento a otro.

-¿Te quieres creer lo que me ha pasado esta mañana?

-Soy ingenuo por naturaleza. Me lo creo todo -respondo.

-Estoy en un ascensor, un artefacto viejo y descuidado cuyas puertas al cerrarse parecen guillotinas apaisadas. 

-Fuiste a ver a tu editor. Reconozco ese artefacto. Está diseñado para decapitar nerviosos primerizos con sus originales bajo el brazo.

-Ya no me parece tan cruel. En fin, justo cuando se van a cerrar las puertas a trompicones, aparecen tres muchachas cargadas con no sé cuántas cajas de cartón. Voy yo y sujeto la puerta. ¿Quién es ahora el ingenuo?

-No te sigo.

-Pues sigo entonces. Entran, no saludan, pero eso sí, en cuanto están confortablemente apoyadas contra la pared y el cajón subiendo, va una de ellas y suelta hacia el techo pero bien alto: ¡Ala, ya estamos con los micromachismos! Las otras dos ríen la gracia pero yo no se la pillo y como mi naturaleza curiosa me impulsa a saber, pregunto. ¿Llama usted micromachismo al hecho de que le haya sujetado la puerta? Pues claro, ¿a qué si no?, contesta todo ufana y mira a sus amigas con cara de triunfo. Me lo pensé un rato, no muy largo, un par de segundos, lo suficiente. Señorita, dije, después de anular mentalmente decir la palabra disculpe. Habría sujetado la puerta aunque usted fuera un hombre o un niño o un extraterrestre. ¿No es ninguna de esas cosas, verdad? No, claro, es una mujer. Vaya, solo fue una cuestión de educación. ¿Tiene usted educación? Las tres me miraban como si el extraterrestre fuese yo. Micromachismo, hay que joderse. ¡Microjilipolleces, más bien! Adiós, buenos días, me despedí con mi mejor tono.

-Creo que sí, que ya te sigo.

-Eso espero porque, verás, hay situaciones mucho más serias que esas. Si se van a centrar en esas estúpidas circunstancias, gastarán sus esfuerzos en vano, a la vez que quedan como eso, unas jilipollas, en lugar de centrarse en lo relevante. No ayudan a la causa. Y te aseguro que hay mucho que hacer. Luego seguimos. Tengo que trabajar.

Comentarios

Entradas populares